Uno de los mayores retos a los que ha de enfrentarse la industria textil es el procesamiento de sus efluentes que contienen, entre otras sustancias químicas, remanentes de los colorantes empleados en la tinción del tejido. El alto contenido en colorantes complejos de difícil biodegradación hace que el vertido de estas aguas residuales dificulte la entrada de luz y por tanto el desarrollo normal de los procesos fotosintéticos en las plantas acuáticas. Además, la mayoría de estas sustancias recalcitrantes son tóxicas, y con probados efectos carcinogénicos, mutagénicos o teratogénicos sobre varios organismos acuáticos y diferentes especies de peces. Por lo tanto, se hace necesario establecer un adecuado sistema de decoloración de los efluentes industriales.
Aunque normalmente se emplean para la degradación de colorantes residuales diversos procedimientos físico-químicos, éstos no están exentos de inconvenientes (como la producción de fangos y empleo de reactivos tóxicos, etc…) por lo que cada vez cobra más importancia el empleo de métodos biológicos más respetuosos con el medio ambiente. Entre ellos, el uso de enzimas se vislumbra como una alternativa muy prometedora. Las enzimas son biomoléculas con alta capacidad catalítica y que poseen, a priori, una serie de ventajas sobre los procedimientos habituales: no generan subproductos, se obtienen a partir de fuentes naturales, son biodegradables y no precisan de un elevado aporte energético. Además, son muy específicas en cuanto al sustrato que van a procesar, pueden obtenerse en grandes cantidades y son susceptibles de mejora catalítica mediante procedimientos rutinarios de ingeniería genética.